Teoría Mística

La teoría mística y la teoría de la influencia moral tienen en común que conciben la expiación exclusivamente como una influencia que se ejercita sobre el hombre para producir un cambio en El. Al mismo tiempo la primera difiere de la segunda en que concibe el cambio operado en el hombre, no en el fondo como un cambio ético de la vida consciente del hombre, sino como un cambio profundo en la vida subconsciente que se produce casi de una manera mística. El principio básico de esta teoría es que, en la encarnación, la vida divina entró a la vida de la humanidad para levantarla al plano de la divina. Cristo poseyó naturaleza humana con su corrupción innata y predisposición al mal moral; pero por medio de la influencia del Espíritu Santo fue librado de manifestar esta corrupción en pecado efectivo; fue gradualmente purificada su naturaleza humana, y en su muerte fue extirpada por completo esta depravación original y reunió aquella naturaleza con la de Dios. Entró en la vida de la humanidad como una levadura modificante, y la transformación resultante constituyó la redención. Esto es, en efecto, aunque con diferencia de detalle, la teoría de Schleiermacher, Edward Irving, Menken y Stier. Hasta Kohlbruegge parece inclinado a aceptarla en cierta medida. No obstante, está cargada con las siguientes dificultades:

 

1. No toma en cuenta la culpa del hombre. Según la Escritura la culpa del hombre debe ser removida para que sea purificado de corrupción; pero la teoría mística, descuidando la culpa del pecado se preocupa sólo de la expulsión de la corrupción del pecado. Nada sabe de la justificación, y concibe la salvación haciéndola consistir en una santificación subjetiva.

 

2. Descansa sobre falsos principios cuando encuentra en el orden natural del universo una expresión exhaustiva de la voluntad y naturaleza de Dios, cuando considera al pecado exclusivamente como una potencia de mal moral en el mundo, lo que no envuelve culpa alguna, ni merece castigo alguno, y contempla el castigo como una mera reacción de la ley del universo en contra del transgresor, y para nada como una revelación de la ira personal de Dios en contra del pecado.

 

3. Contradice a la Escritura cuando hace a Cristo participante de la corrupción del pecado y de la depravación hereditaria, y cuando deduce la necesidad de su muerte, de la impecabilidad de su propia naturaleza (aunque no todos lo hacen). Haciendo esto, vuelve imposible que se le considere como un Salvador sin mácula, que debido, precisamente, a su pureza, pudo tomar el lugar de los pecadores y pagar el castigo por ellos.

 

4. No tiene respuesta para la pregunta: ¿Cómo pudieron los que vivieron antes de la encarnación participar de la redención de Jesucristo? Si Cristo, en alguna forma realista, expulsó la corrupción del pecado durante el tiempo de su peregrinación sobre la tierra, y ahora continúa desalojándola, y, si la salvación del hombre depende de este proceso subjetivo, ¿cómo, pues, pudieron los santos del Antiguo Testamento participar en esta salvación?