Teoría de la Influencia Moral

Esta teoría fue defendida primero por Abelardo en oposición a Anselmo, y desde aquella época encontró ardientes defensores. La idea siempre es la misma aunque ha tomado diferentes formas en las manos de hombres como Young, Maurice, Bushnell, Stevens, David Smith y muchos otros. La idea fundamental es la de que no hay un principio en la naturaleza divina que necesariamente demande satisfacción por parte del pecador; y que la muerte de Cristo no debiera considerarse como una expiación por el pecado. Fue sólo una manifestación del amor de Dios, sufriendo en y con sus criaturas pecadoras, y tomando sobre sí sus enfermedades y dolores. Este sufrimiento no sirvió para satisfacer la justicia divina sino para revelar el amor divino como también para suavizar los corazones humanos y conducirlos al arrepentimiento. Ella les da seguridad a los pecadores de que no hay obstáculo de parte de Dios que le impida perdonar sus pecados. No sólo puede hacer esto sin recibir satisfacción, sino que aun está ansioso de hacerlo. El único requerimiento es que los pecadores vengan a Él con corazones penitentes. Las objeciones siguientes pueden dirigirse en contra de esta teoría.

 

1. Esta teoría es contraria a la enseñanza clara de la Escritura, la que presenta la obra expiatoria de Cristo como necesaria, no fundamentalmente porque revele el amor de Dios, sino porque satisface su justicia; considera los sufrimientos y la muerte de Cristo como propiciatorios y penales; y enseña que el pecador no es susceptible a la influencia moral de la obra sacrificadora de Cristo sino hasta que la justicia de Cristo se ha convertido por la fe en justicia del pecador.

 

2. Aunque sin duda es cierto que la cruz de Cristo fue la manifestación suprema del amor de Dios, puede considerarse como tal sólo desde el punto de vista de la doctrina penal sustitucionaria de la expiación, según la cual los sufrimientos y muerte de Cristo fueron por completo necesarios para la salvación de los pecadores. Pero según la teoría de la influencia moral sirvieron únicamente al propósito de hacer una impresión sobre el hombre, impresión que Dios podía haber hecho de muchas otras maneras, y que, por tanto, para ello, los sufrimientos de Cristo no eran precisamente necesarios. Y si no eran necesarios, resultaron en verdad una manifestación cruel del amor de Dios, una contradicción de términos. Los sufrimientos y muerte de Cristo habrían sido una manifestación del amor de Dios, únicamente si en efecto, no había otro modo de salvar a los pecadores.

 

3. Esta teoría despoja a la expiación de su carácter objetivo, y por tanto, deja de ser una teoría verdadera de la expiación. A lo más llega a ser una teoría unilateral de la reconciliación. De hecho, no es ni siquiera eso, porque la reconciliación subjetiva es posible únicamente sobre la base de una reconciliación objetiva. En realidad confunde el método de Dios de salvar al hombre, con la experiencia humana de ser salvo, haciendo que la expiación misma consista en sus efectos en la vida de la obediencia, en unión con Cristo.

 

4. Por último, esta teoría falla en su propio principio. Resulta sin duda cierto que el sufrimiento necesario, es decir, el sufrimiento para algún propósito salvador que no puede realizarse de ninguna otra manera, es adecuado para producir una profunda impresión. Pero el efecto de un sufrimiento voluntario, que sea, por completo, innecesario e infundado, es del todo diferente. De hecho, está desaprobado por la conciencia cristiana.