En el  Beneplácito de Dios

Algunas veces se explica esto como si la causa impulsora de la reconciliación descansara en el compasivo amor de Cristo para los pecadores. El era tan bueno y amante que la mera idea de que los pecadores estuvieran perdidos sin esperanza le resultaba horrenda. De consiguiente, se ofreció a sí mismo como una víctima en lugar de ellos, pagó el castigo poniendo su vida por los transgresores, y de esta manera pacificó a un Dios airado. Algunas veces este concepto impulsa a los hombres a glorificar a Cristo a causa del supremo sacrificio de sí mismo, pero al mismo tiempo, ofende a Dios porque demanda y acepta un precio tan grande. En otras veces este concepto hace que desprecien a Dios y que canten las alabanzas de Cristo en términos inadecuados. Una explicación semejante, ciertamente, es del todo errónea, y con frecuencia da ocasión a los oponentes de la doctrina penal substitucionaria de la reconciliación, para decir que esta doctrina presupone un cisma en la vida trinitaria de Dios. Según este concepto Cristo en apariencia recibe lo que le es debido; pero a Dios se le despoja de su honor. Según la Biblia, la causa impulsora de la expiación se encuentra en la voluntad de Dios para salvar a los pecadores mediante una expiación substitucionaria. Cristo mismo es el fruto de esta buena voluntad de Dios. Fue predicho que vendría al mundo para ejecutar la buena voluntad de Dios, "y la voluntad del Señor será prosperada en su mano", Isa. 53: 10. En su nacimiento cantaron los ángeles "¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para los hombres!" Luc. 2: 14. El mensaje glorioso de Juan 3: 16 es que "Dios amó de tal manera al mundo que dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que en El cree no se pierda sino que tenga vida eterna". Pablo dice que Cristo "se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de este presente siglo malo, según la voluntad de nuestro Dios Padre", Gal 1: 4. Y otra vez, "porque fue el beneplácito del Padre que en El habitara toda la plenitud, y por medio de El reconciliar todas las cosas consigo", Col. 1: 19, 20. No sería difícil añadir otros pasajes parecidos.