Pruebas de la Necesidad de la Expiación
Las pruebas de la necesidad de la expiación son en su mayor parte de carácter inferencial, sin embargo, tienen bastante importancia.
1. Parece que la Escritura enseña con claridad que Dios, en virtud de su santidad y justicia divinas, no puede simplemente pasar por alto el desafío a su infinita majestad, sino que necesita visitar el pecado con castigo. Se nos dice repetidamente que por ningún motivo justificará al culpable, Ex 34: 7; Núm. 14: 18; Nah. 1: 3. Odia al pecado con odio divino; todo su Ser reacciona en contra de él, Sal 5: 4-6; Nah. 1: 2; Rom. 1: 18. Pablo arguye en Rom. 3: 25, 26 que era necesario que Cristo fuera ofrecido como sacrificio expiatorio por el pecado, para que Dios pudiera ser justo aunque justificara al pecador. La cosa más importante era que la justicia de Dios debía sostenerse. Esto señala claramente el hecho de que la necesidad de la expiación se origina en la naturaleza divina.
2. Esto nos lleva directamente al segundo argumento. La majestuosa y absoluta inmutabilidad de la ley divina como inherente a la íntima naturaleza de Dios hizo necesario que El demandara satisfacción del pecador. La transgresión de la ley en forma inevitable lleva consigo el castigo. Es inviolable precisamente porque está fundada en la naturaleza verdadera de Dios y no es, según Socinio lo diría, un producto del libre albedrío de Dios, Mat. 5: 18. El principio general de la ley está expresado así: "Maldito todo aquel que no permanece en las palabras de esta ley para hacerlas", Deut. 27: 26. Y si Dios quiso salvar al pecador a pesar del hecho de que éste no pudiera cumplir las demandas de la ley, tenía que hacer provisión para una satisfacción vicaria como base de la justificación del pecador.
3. La necesidad de la expiación se origina también en la veracidad de Dios, que es Dios de verdad y no puede mentir. "Dios no es hombre para que mienta; ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no lo hará? Hablo, ¿y no lo ejecutará? Núm. 23: 19. "Sea Dios veraz", dice Pablo, "y todo hombre mentiroso", Rom. 3: 4. Cuando Dios entró en el pacto de obras con el hombre, decretó que la muerte sería el castigo de la desobediencia. Ese principio encuentra expresión en muchos otros pasajes de la Escritura, como Ezeq. 18: 4; Rom. 6: 23. La veracidad de Dios demanda que el castigo se ejecute, y si los pecadores han de salvarse el castigo tendrá que ejecutarse en la vida de un substituto.
4. La misma conclusión debe deducirse de la naturaleza del pecado como culpa. Si el pecado fuera únicamente una debilidad moral, un residuo de un estado pre-humano, que por grados hubiera de llegar a sujetarse a la naturaleza más elevada del hombre, no se requeriría la reconciliación. Pero de acuerdo con la Escritura el pecado es algo extremadamente más malo que eso. Negativamente, es desorden, y positivamente, es transgresión de la ley de Dios, y por tanto, culpa, I Juan 3: 4; Rom. 2: 25, 27, y la culpa lo hace a uno deudor ante la ley la cual exige una expiación personal, o bien, vicaria.
5. La asombrosa grandeza del sacrificio que Dios mismo proveyó implica también la necesidad de la expiación. Dios dio su Hijo Unigénito para que se sometiera a los más amargos sufrimientos y a muerte vergonzosa. Ahora bien, no es concebible que Dios hubiera hecho esto, si lo hubiera considerado innecesario. El Dr. A. A. Hodge dice correctamente : "Este sacrificio resultaría penosamente fuera de lugar si fuera algo que no llegara a ser del todo necesario en relación con el fin indicado para alcanzarse es decir, a menos que en verdad sea el único medio posible de salvación para el hombre pecador. Seguramente Dios no habría hecho de su Hijo un sacrificio inservible por la única razón de hacerlo".Es también digno de notarse que Pablo arguye en Gal 3: 21 que Cristo no habría tenido que ser sacrificado si la ley pudiera dar la vida. La Biblia habla explícitamente de los sufrimientos de Cristo como necesarios en Luc. 24: 26; Heb. 2: 10; 8: 3; 9: 22, 23.