LAS ETAPAS DEL ESTADO DE EXALTACIÓN.

La teología Reformada distingue cuatro etapas en la exaltación de Cristo.

 

4.5.1  LA RESURRECCIÓN

1. La naturaleza de la resurrección. La resurrección de Cristo no consistió en el mero hecho de que volviera a vivir, y de que el cuerpo y el alma se reunieran. Si esto fuera todo lo que envuelve, no podría ser llamado "primicias de los que durmieron", I Cor. 15: 20, ni "primogénito de entre los muertos", Col. 1: 18; Apoc. 1: 5, puesto que otros fueron restaurados a la vida antes de Él. Consistió, más bien, en que su naturaleza humana, a la vez cuerpo y alma, fue restaurada a su prístina fuerza y perfección y levantado a nivel aun más alto, en tanto que el cuerpo y el alma fueron reunidos en un organismo viviente. Partiendo de la analogía del cambio que, según la Escritura, tiene lugar en el cuerpo de los creyentes en la resurrección general, podemos imaginar algo como la transformación que debe haber ocurrido en Cristo.

 

Pablo nos dice en I Cor. 15: 42-44 que el cuerpo futuro de los creyentes será incorruptible, es decir, incapaz de declinar; glorioso, cuyos miembros resplandecerán con fulgor celestial; poderoso, es decir, dotado con energía y, posiblemente, con nuevas facultades; y espiritual, lo que no significa inmaterial o etéreo, sino adaptado al espíritu, un instrumento perfecto del espíritu. Fundándose en la historia del evangelio sabemos que el cuerpo de Jesús pasó por un cambio notable, de tal manera que no era fácilmente reconocido y podía, en forma sorprendente y repentina, aparecer y desaparecer, Luc. 24: 31, 36; Juan 20: 13, 19; 21: 7; pero era, no obstante, un cuerpo material y de veras real, Luc. 24: 39. Esto no está en conflicto con I Cor. 15: 50, porque "carne y sangre" describen a la naturaleza humana en su presente estado material, mortal y corruptible. Pero el cambio que tiene lugar en los creyentes no es solamente corporal sino también espiritual. De manera semejante, hubo en Cristo no sólo un cambio físico sino también un psíquico. No podemos decir que haya tenido lugar en El un cambio religioso o ético; sino que fue dotado con nuevas cualidades ajustadas, perfectamente, a su ambiente celestial. Por medio de la resurrección se convirtió en el espíritu vivificante, I Cor. 15: 45. La resurrección de Cristo tuvo un triple significado:

 

a. Constituyó una declaración del Padre de que el último enemigo había sido destruido, la pena pagada y la condición sobre la que se prometió la vida, cumplida.

 

b. Simbolizó lo que estaba destinado que aconteciera a los miembros del cuerpo místico de Cristo en su justificación, su nacimiento espiritual y su bendita resurrección futura, Rom. 6: 4, 5, 9; 8: 11; I Cor. 6: 14; 15: 20-22; II Cor. 4: 10, 11, 14, Col. 2: 12; I Tes. 4: 14.

 

c. Está también útilmente relacionado con la justificación, la regeneración y la resurrección final de los creyentes, Rom. 4: 25; 5: 10; Ef. 1: 20; Fil 3: 10; I

Ped. 1: 3.

 

2. El autor de la resurrección. A diferencia de otros que fueron levantados de entre los muertos, Cristo se levantó mediante su propio poder. Habló de sí mismo como la resurrección y la vida, Juan 11: 25, declaró que tenía poder para poner su vida, y para volverla a tomar, Juan 10: 18, y aun predijo que El reedificaría el templo de su cuerpo, Juan 2: 19-21. Pero la resurrección no fue trabajo de Cristo nada más; se atribuye con frecuencia al poder de Dios en general, Hech. 2 : 24, 32 ; 3 : 26; 5 : 30; I Cor. 6 : 14 ; Ef. 1 : 20, o, más particularmente, al Padre, Rom. 6 : 4 ; Gál. 1 : 1; I Ped. 1: 3. Y si la resurrección de Cristo puede llamarse obra de Dios, entonces se sigue que el Espíritu Santo también obró en ella, porque todas las opera ad extra son obra del Dios triuno. Además, Rom. 8: 11 también implica esto.

 

3. Objeción a la doctrina de la resurrección. Se hace presión en contra de la doctrina de una resurrección física con una grande objeción, es decir, que después de la muerte el cuerpo se desintegra, y que las varias partículas de las cuales se compone entran en la composición de otros cuerpos, vegetales, animales, y humanos. De aquí que sea imposible restaurar estas partículas a todos los cuerpos de los que en un tiempo formaron parte. Mackintosh pregunta: "¿Qué se hicieron los átomos de carbono, oxígeno, nitrógeno, hidrógeno y otros elementos que compusieron el cuerpo terrenal mortal de Jesús?Pues bien, admitimos que la resurrección desafía cualquiera explicación. Es un milagro. Pero al mismo tiempo deberíamos recordar que la identidad de un cuerpo resucitado con el cuerpo que descendió a la tumba no requiere que esté compuesto exactamente de las mismas partículas. La composición de nuestros cuerpos cambia sin pérdida de tiempo, y no obstante, estos conservan su identidad. Pablo en I Cor. 15 sostiene la identidad esencial del cuerpo que desciende a la tumba con el que se levanta de ella, pero también declara enfáticamente que la forma cambia. Lo que el hombre siembra en la tierra pasa por un proceso de muerte, y luego es vivificado; pero en cuanto a la forma, el grano que el hombre pone en la tierra no es el mismo que recoge a su debido tiempo. Dios da a cada semilla su propio cuerpo. Así también en la resurrección de los muertos. Puede ser que haya algún núcleo, algún germen, que constituya la esencia del cuerpo y preserve su identidad. El argumento del Apóstol en I Cor. 15: 35-38 parece implicar alguna cosa de esta clase. Debe recordarse que la verdadera y fundamental objeción a la resurrección se refiere a su carácter sobrenatural. No es que falta evidencia, sino que el principio fundamental de que los milagros no pueden acontecer, se levanta en el camino de su aceptación. Hasta los eruditos anchos admiten que ningún hecho está mejor atestiguado que la resurrección de Cristo aunque otros, en verdad, la niegan. Pero esto le importa poco al erudito moderno. Dice el Dr. Rashdall: "Si el testimonio de la resurrección fuera cincuenta veces más fuerte de lo que es, cualquiera hipótesis sería más posible que aquella". No obstante, en la actualidad muchos científicos eminentes francamente declaran que no están en posición para decir que no pueden acontecer milagros.

 

4. Intentos para explicar el hecho de la resurrección. En su negación los antisupernaturalistas siempre se encuentran con la narración de la resurrección que tenemos en los evangelios. La historia de la tumba vacía y de las apariciones de Jesús después de la resurrección les presentan un desafío, y ellos lo aceptan, e intentan explicar esto sin aceptar el hecho de la resurrección. Los intentos siguientes son algunos de los más importantes.

 

a. La teoría de la impostura. Presume que los discípulos practicaron un deliberado engaño robando el cuerpo de la tumba, y luego declarando que el Señor había resucitado. Los soldados que resguardaban la tumba fueron instruidos para propagar ese cuento, y Celso ya se empeñó en usarlo al tratar de explicar la tumba vacía. De consiguiente, esta teoría impugna la veracidad de los primeros testigos, los apóstoles, las mujeres, los quinientos hermanos y otros. Pero es extremadamente improbable que los descorazonados discípulos hubieran tenido valor para defraudar con semejante falsedad a un mundo que les era hostil. Es imposible creer que hubieran persistido en sufrir por tan manifiesta impostura. Además, sólo los hechos de la resurrección pueden explicar el indomable valor y poder que revelaron al dar testimonio de la resurrección de Cristo. Estas consideraciones pronto condujeron al abandono de esta idea.

 

b. La teoría del Síncope. Según esta teoría, Jesús no murió en verdad, sino que nada más se desmayó aunque se pensó que de verdad había muerto. Pero esto, como es natural, provoca varias preguntas que no se pueden fácilmente contestar. ¿Cómo puede explicarse que se hubiera engañado a tanta gente y que el golpe de la lanza no le hubiera quitado la vida a Jesús? ¿Cómo habría podido Jesús en una condición exhausta rodar la piedra del sepulcro y luego caminar de Jerusalén a Emaús y regresar? ¿Cómo fue que los discípulos no lo trataron como a un enfermo, sino que vieron en El al poderoso Príncipe de la Vida? ¿Y qué pasó con Jesús después? Desterrando la resurrección tiene que desterrarse también, naturalmente, la ascensión. ¿Regresó a algún lugar desconocido y vivió en secreto durante el resto de su vida? La teoría del Síncope está tan cargada de tantas improbabilidades que hasta el mismo Strauss la ridiculizó.

 

c. La teoría de la alucinación. Esta se ha presentado en dos formas.

 

i. Algunos hablan de las visiones puramente subjetivas. En su conmovido estado mental los discípulos pensaban tanto en el Salvador y en la posibilidad de su regreso a ellos que por último pensaron que en verdad lo habían visto. La chispa se aplicó mediante el estado nervioso y excitable de María Magdalena y pronto la flama se avivó y se extendió. Esta ha sido la teoría favorita mucho tiempo, pero también está cargada de dificultades. ¿Cómo podrían haberse producido tales visiones siendo que los discípulos no esperaban la resurrección? ¿Cómo podrían habérseles aparecido en medio de sus negocios ordinarios siendo que los discípulos no estaban entregados a la oración o a la meditación, ¿Podrían el rapto o el éxtasis requeridos para la creación de visiones subjetivas haber comenzado tan pronto como al tercer día? ¿No habrían visto los discípulos en tales visiones a Jesús ya rodeado con un halo de gloria celestial, o como ya lo habían conocido, y en verdad ansioso de renovar su comunión con ellos? ¿Las visiones subjetivas se han presentado alguna vez a diferentes personas simultáneamente? ¿Cómo podemos explicar las conversaciones tenidas en las visiones?

 

ii. En vista de la extrema fragilidad de esta teoría algunos eruditos presentan una versión diferente de ella. Pretenden que los discípulos vieron verdaderas visiones objetivas, milagrosamente enviadas por Dios, para persuadirlos a continuar en la predicación del evangelio. Esto, en efecto, evita algunas de las dificultades ya sugeridas, pero se encuentra con otras. Admite lo sobrenatural y si esto es necesario, ¿por qué no conceder la resurrección, la que en verdad explica todos los hechos? Además, esta teoría pide que creamos que estas visiones enviadas divinamente fueron a propósito para engallar a los apóstoles. ¿Trata Dios de ejecutar sus propósitos mediante engaña?

 

d. Las teorías míticas. Una nueva escuela mítica ha aparecido, la cual desecha o al menos hace caso omiso de las teorías de alucinación y espectros, y procura explicar la leyenda de la resurrección por medio de la ayuda de conceptos importados al judaísmo desde Babilonia y otras tierras orientales. Esta escuela pretende no sólo que la mitología de las religiones del antiguo Oriente contienen analogías de la historia de la resurrección, sino que la misma resurrección se deriva verdaderamente de los mitos paganos. Esta teoría ha sido estructurada en varias formas, pero en todas ellas se encuentra igualmente sin base. Está caracterizada por gran arbitrariedad al apuntalar una relación de la historia del evangelio con los mitos gentílicos, y no ha tenido éxito en eslabonarlos. Además, revela un extremo desprecio para los hechos tal como se encuentran en la Escritura.

 

5. Las consecuencias doctrinales de la resurrección. Se presenta la pregunta, ¿Hay alguna diferencia en que creamos en la resurrección física de Cristo o únicamente en una resurrección ideal? Para la moderna teología ancha la resurrección de Jesús, con excepción del sentido de una supervivencia espiritual, no tiene ninguna importancia para la fe cristiana. La creencia en la resurrección corporal no es esencial sino que puede abandonarse sin que se afecte la religión cristiana. Barth y Brunner son de opinión diferente. Ellos creen en el hecho histórico de la resurrección; pero sostienen que como tal, es asunto únicamente de la historia, con el cual el historiador tiene que ver empleando lo mejor de su capacidad, y no debe considerarse como un asunto de fe. El elemento importante es que en la resurrección el incógnito de Jesús se descorre, y Dios mismo se revela. El historiador no puede describir esto, pero el creyente lo acepta mediante la fe.

 

La creencia en la resurrección tiene ciertamente sus consecuencias doctrinales. No podemos negar la resurrección física de Cristo sin impugnar la veracidad de los escritores de la Biblia, puesto que ellos, efectivamente, la presentan como un hecho. Esto significa que afecta nuestra creencia en la confiabilidad de la Biblia. Además, la resurrección de Cristo se presenta como de evidente valor. Fue la prueba más importante de que Cristo era un maestro enviado de Dios (la serial de Jonás), y de que El era el verdadero Hijo de Dios, Rom. 1: 4. Fue también la prueba suprema del hecho de la inmortalidad. Y lo que todavía es más importante, la resurrección entra como elemento constitutivo en la esencia íntima de la obra de redención, y por tanto del evangelio. Es una de las grandes piedras fundamentales de la Iglesia de Dios. Si la obra expiatoria de Cristo había de ser por completo efectiva, tenía que terminar, no en muerte, sino en vida. Además, fue el sello del Padre sobre la obra completa de Cristo, la declaración pública de su aceptación. En la resurrección Cristo quedó libre de la servidumbre de la ley. Por último, fue su entrada a una vida nueva como resucitada y exaltada Cabeza de la Iglesia, y Señor universal. Este carácter lo capacita para aplicar los frutos de su obra redentora.