4.5.2  La Ascensión

1. La ascensión de Cristo no resalta tanto en las páginas de la Biblia como la resurrección. Esto se debe probablemente al hecho de que esta última más bien que aquella fue el verdadero punto crítico de la vida de Jesús. En cierto sentido la ascensión debe considerarse complemento necesario y perfecto de la resurrección. La transición de Cristo a la más alta vida de gloria comenzó en la resurrección y se perfeccionó en la ascensión. Esto no quiere decir que la ascensión esté desprovista de significado propio. Pero aunque las pruebas bíblicas de la ascensión no son tan abundantes como las de la resurrección, son del todo suficientes. Lucas nos da de ella un doble relato, Luc. 24: 50-53; y Hech. 1: 6-11. Marcos se refiere a ella en 16: 19, pero este pasaje es dudoso. Jesús habló de su ascensión una y otra vez antes de su muerte, Juan 6: 62; 14: 2, 12; 16: 5, 10, 17, 28; 17: 5; 20: 17. Pablo se refiere a ella repetidamente, Ef. 1 : 20; 4: 8-10; I Tim. 3: 16; y la Epístola a los Hebreos llama la atención a su importancia, 1 : 3; 4: 14; 9 : 24

 

2. La naturaleza de la ascensión. La ascensión puede describirse como el ascenso visible, de la tierra al cielo, de la persona del Mediador, según su naturaleza humana. Fue una transición local, un ir de aquí hacia allá. De consiguiente, esto implica, que el cielo es un lugar de la misma manera que la tierra lo es. Pero la ascensión de Jesús no fue meramente la transición de un lugar a otro; también incluyó un cambio posterior en la naturaleza humana de Cristo. Esa naturaleza pasó ahora a la plenitud de la gloria celestial y se adaptó en forma perfecta a la vida del cielo. Algunos eruditos cristianos de reciente fecha consideran que el cielo es una condición, más bien que un lugar, y por tanto no conciben la ascensión unida a la idea de localidad. Pueden admitir que hubo un momentáneo levantamiento de Cristo a la vista de los Once, pero consideran que esto es solamente símbolo del levantamiento de nuestra humanidad al orden espiritual, muy por arriba de nuestra vida presente. No obstante, la idea de localidad está favorecida por las siguientes consideraciones:

 

a. El cielo está representado en la Biblia como el lugar de habitación de seres creados (ángeles, santos, la naturaleza humana de Cristo). Todos estos, de alguna manera, están relacionados con el espacio; solamente Dios está sobre todas las relaciones espaciales. Por supuesto, las leyes que se aplican en el

espacio celestial pueden diferir de las que se aplican en el espacio terrenal.

 

b. El cielo y la tierra en la Escritura repetidas veces se colocan en yuxtaposición. De esto parecerá deducirse que si el uno es lugar, el otro debe también ser lugar. Sería absurdo poner un lugar y una condición en yuxtaposición, de este modo.

 

c. La Biblia nos enseña a pensar en el cielo como de un lugar. Varios pasajes dirigen nuestro pensamiento hacia arriba al cielo, y hacia abajo al infierno, Deut. 30: 12; Josué 2: 11; Sal. 139: 8; Rom. 10: 6, 7. Esto no tendría significado alguno si los dos, en algún sentido de la palabra, estuvieran colocados en el mismo lugar.

 

d. La entrada del Salvador al cielo se describe como un ascenso. Los discípulos ven a Jesús ascendiendo hasta que una nube lo intercepta escondiéndose de la mirada de ellos. El mismo color local está presente en la mente del escritor de Hebreos en 4: 14.

 

3. La concepción luterana de la ascensión. La concepción luterana de la ascensión difiere de la Reformada. Los luteranos no la consideraron como una transición local sino como un cambio de condición, por medio de la cual la naturaleza humana de Cristo entró al pleno goce y ejercicio de las perfecciones divinas, que le fueron comunicadas en la encarnación, y de esta manera se hizo omnipresente, permanentemente. En relación con la idea de que Cristo principió su asiento a la diestra de Dios en la ascensión, sostienen que la diestra (mero símbolo de poder) es cualquier lugar. No obstante, los luteranos no piensan todos de igual manera acerca de la ubicuidad de la naturaleza humana de Cristo. Algunos la niegan del todo, y otros creen que, aunque la ascensión diera por resultado la ubicuidad de Cristo, también encerraba un movimiento local, por medio del cual Cristo quitó su presencia visible de sobre la tierra.

 

4. La importancia doctrinal de la ascensión. Barth dice que se puede preguntar con razón por qué la ascensión debe tener un lugar entre los artículos principales de la fe cristiana siendo que se menciona con menos frecuencia y con menor énfasis que la resurrección, y dondequiera que se menciona se descubre sólo como una transición natural de la resurrección hacia el asiento a la diestra de Dios. En esta transición precisamente encuentra Barth la importancia verdadera de la ascensión. Por esta razón no se preocupa de acentuar la ascensión como una exaltación visible, "una elevación vertical en el espacio" ante los ojos de los discípulos, puesto que ese no es evidentemente el camino hacia el asiento de la mano derecha de Dios, que no es un lugar. Precisamente así como los hechos históricos del nacimiento virginal y de la resurrección son considerados por él como meros signos de una revelación de Cristo, así también considera la ascensión como una serial y maravilla que sirve únicamente como "índice de la revelación ocurrida en la resurrección de Jesucristo que recibe todo poder en el cielo y en la tierra".

 

Debe decirse que la ascensión tiene una triple importancia.

 

1. Claramente incorpora la declaración de que el sacrificio de Cristo fue un sacrificio hecho a Dios y que, como tal, tenía que ser presentado a Él en el santuario más íntimo; que el Padre consideró la obra mediatora de Cristo como suficiente y que, por tanto, lo admitió en la gloria celestial; que el reino del Mediador no fue un reino para los judíos, sino un reino universal.

 

2. Fue también modelo en cuanto a que fue profético de la ascensión de todos los creyentes que ya están   sentados con   Cristo en lugares   celestiales, Ef. 2: 6, y están destinados a permanecer con Él para siempre, Juan 17: 24; y también en que la ascensión revela la restauración inicial del reinado original del hombre, Heb. 2: 7, 9.

 

3. Por último, fue también útil para preparar un lugar para aquellos que están en Cristo. El Señor mismo señala la necesidad de ir al Padre, con el fin de preparar un lugar para sus discípulos, Juan 14: 2, 3.