El Esquema Agustiniano
Se debe recordar que no se trata de cuál sea la perspectiva del plan de Dios más libre de dificultades, ni el más acorde con nuestros sentimientos naturales, y por ende el más plausible para la mente humana. Se puede admitir que nos parecería más consecuente con el carácter de Dios que se hubiera dado provisión para la salvación de todos los hombres, y que se hubiera concedido un suficiente conocimiento y gracia a cada ser humano para lograr su salvación. Y también sería más consistente con el entendimiento y los sentimientos naturales si se hubiera hecho una similar provisión para los ángeles caídos, o que Dios hubiera impedido la entrada del pecado y de la desgracia en el universo; o si, cuando entraron, hubiera provisto para su total erradicación del sistema, de modo que todas las criaturas racionales pudieran haber llegado a ser perfectamente santas y dichosas por toda la eternidad. No habría fin para tales tipos de planes si cada uno tuviera la libertad para erigir un esquema de operación divina según sus propios puntos de vista acerca de qué sería más prudente y mejor. Estamos limitados por los hechos: los hechos de la providencia, de la Biblia y de la experiencia religiosa. Estos hechos tienen que determinar nuestra teoría. No podemos decir que la bondad de Dios impide que se permitan el pecado y la desgracia si realmente existen el pecado y la desgracia. No podemos decir que la justicia exige que todas las criaturas racionales debieran ser tratadas por un igual, que tuvieran las mismas ventajas y la misma oportunidad de alcanzar el conocimiento, la santidad y la dicha, si, bajo el gobierno de un Dios de infinita justicia existe en realidad la mayor disparidad. Entre todos los cristianos se se admiten unos ciertos principios, y es en base de ellos que deben interpretar los hechos de la historia y de las Escrituras.
1. Se admite que Dios reina; que Su providencia se extiende a todos los acontecimientos, tanto a los grandes como a los pequeños, de manera que nada ocurre ni puede ocurrir en contra de Su voluntad, o que ÉI o bien no lleve a cabo con Su propio poder, o bien por Su permisión que lo ejecuten otros agentes. Esta es una verdad de la religión natural así como de la revelación. Se reconoce (en la práctica) de manera universal. Las oraciones de acción de gracias que los hombres dirigen a Dios por una ley de su naturaleza dan por supuesto que Él controla todos los acontecimientos. La guerra, la pestilencia y el hambre son lamentados como exhibición de Su desagrado. Y a Él se vuelven todos los hombres para ser liberados de todos estos males. La paz, la saIud y la abundancia son universalmente reconocidos como dones de Él. Esta verdad subyace en la base de toda religión, y no puede ser puesta en tela de juicio por ningún Teísta, y mucho menos por ningún cristiano.
2. No menos claro o universalmente admitido es el principio de que Dios puede controlar las acciones libres de las criaturas racionales sin destruir ni su libertad ni su responsabilidad. Universalmente, los hombres oran pidiendo ser liberados de la ira de sus enemigos, para que la enemistad de estos se desvanezca, o que el estado de sus mentes sea cambiado. Todos los cristianos oran para que Dios cambie los corazones de los hombres, para que les dé arrepentimiento y fe, y controle de tal manera las acciones de los mismos que pueda ser impulsada Su gloria y el bien de los demás. Ésta es de nuevo una de aquellas verdades sencillas, profundas y de gran alcance, que los hombres dan por supuestas, y en base de las cuales actúan y no pueden dejar de hacerlo, sean cuales sean las dudas de los filósofos, o las dificultades especulativas que puedan acompañar a estas verdades. Todos los cristianos admiten que Dios tiene un plan o propósito en el gobierno del mundo. Hay un objetivo que cumplir. Es inconcebible que un Ser infinitamente santo cree, sustente y controle el universo sin contemplar ningún fin a alcanzar mediante esta maravillosa exhibición de Su poder y recursos. Así, la Biblia nos enseña que Dios obra todas las cosas según el consejo de Su propia voluntad. Y esta verdad está incorporada en todos los sistemas de fe adoptados entre los cristianos, y es dada por sentada en toda la adoración y experiencia cristiana.
3. Constituye un corolario necesario en base de los anteriores principios que los hechos de la historia son la interpretación de los eternos propósitos de Dios. Todo lo que realmente acontece entró en este propósito. Por ello, podemos aprender el designio o la intención de Dios en base de la evolución o desarrollo de Su plan en la historia del mundo y de cada hombre individual. Todo aquello que ocurre, Éllo permite por sabias razones. Él puede impedir todo aquello que considere oportuno impedir. Por ello, si se da un pecado, es porque era el designio de Dios que ocurriera asi. Si viene la desgracia como consecuencia del pecado, éste era el propósito de Dios. Si sólo algunos hombres son salvos, mientras que otros perecen, todo esto debe haber formado parte del íntegro propósito de Dios. No es posible que ninguna mente finita pueda abarcar los designios de Dios, o que vea las razones qe Sus dispensaciones. Pero nosotros no podemos, debido a esto, negar que Él gobierna todas las cosas, ni que Él las gobierna en base del consejo de Su propia voluntad. El sistema Agustiniano de doctrina no es nada más que la aplicación al caso especial de la salvación del hombre de estos principios generales y reconocidos de manera casi universal.
Exposición de la doctrina.
El esquema Agustiniano incluye los siguientes puntos:
(I) Que la gloria de Dios, o la manifestación de Sus perfecciones, es el fin más alto y último de todas las cosas.
(2) Para este fin Dios se propuso la creación del universo y todo el plan de la providencia y de la redención.
(3) Que Él puso al hombre en un estado de probación, haciendo de Adán, el primer padre de la raza, su cabeza y representante. (4) Que la caída de Adán arrastró a toda su posteridad a un estado de condenación, de pecado y de desgracia, del que son absolutamente incapaces de librarse a sí mismos.
(5) De entre la multitud de hombres perdidos Dios escogió a una cantidad innumerable para vida eterna, dejando al resto de la humanidad para la justa retribución por sus pecados.
(6) Que la base de esta elección no es la previsión de nada en la primera clase para distinguirlos favorablemente de entre los miembros de la otra clase, sino el beneplácito de Dios.
(7) Que Dios, para la salvación de los escogidos así para vida eterna, dio a Su Hijo unigénito, para que se hiciera hombre, y para que obedeciera y padeciera por Su pueblo, haciendo así una plena satisfacción por el pecado, e introduciendo la justicia eterna, haciendo la salvación definitiva de los escogidos totalmente cierta.
(8) Que mientras que el Espíritu Santo, en sus operaciones comunes, está presente con cada hombre mientras vive, reprimiendo el mal e induciendo al bien, su poder ciertamente eficaz y salvador es ejercitado sólo en favor de los escogidos.
(9) Que todos aquellos a los que Dios ha escogido así para vida, y por los que Cristo se dio a Sí mismo de manera específica en el pacto de la redención, serán ciertamente llevados (a no ser que mueran en la infancia) al conocimiento de la verdad, al ejercicio de la fe, y a la perseverancia en la santidad hasta el fin. Éste es el gran esquema doctrinal conocido históricamente como Paulino, Agustiniano o Calvinista, enseñado, como creemos, en las Escrituras, desarrollado por Agustín, sancionado formalmente por la Iglesia Latina, al que se adhirieron los testigos de la verdad durante la Edad Media, repudiado por la Iglesia de Roma en el Concilio de Trento, avivado en esta misma iglesia por los Jansenistas, adoptado por todos los Reformadores, incorporado en los credos de las Iglesias Protestantes de Suíza, del Palatinado, de Francia, Holanda, Inglaterra y Escocia, y desarrollado en la Confesión redactada por la Asamblea de Westminster, representante común de los Presbiterianos en Europa y América....