El Supralapsarianismo

 

Según esta posición, Dios, para manifestar su gracia y justicia, seleccionó de entre los hombres creables (esto es, de entre los hombres a crear) a un cierto número como vasos de misericordia, y a ciertos otros como vasos de ira. En el orden del pensamiento, la elección y la reprobación preceden al propósito de crear y de permitir la caída. La creación tiene como fin la redención. Dios crea a unos para ser salvos, y a otros para ser perdidos. Este esquema recibe el nombre de supralapsario porque supone que los hombre como no caídos, o antes de la caída, son objetos de elección para vida eterna y de predestinación a la muerte eterna. Esta postura fue introducida entre una cierta clase de Agustinianos incluso antes de la Reforma, pero no ha sido generalmente recibida. El mismo Agustín, y tras él la mayoría de los que adoptan su sistema doctrinal, fueron, y siguen siendo, infralapsarios. Esto es, mantienen ellos que es de la masa de hombres caídos que algunos fueron escogidos para vida eterna, y algunos, para justo castigo de sus pecados, predestinados a la muerte eterna. La postura del mismo Calvino en cuanto a este extremo ha sido discutida. Por cuanto no era en su tiempo un punto especial de debate, se pueden citar de sus escritos ciertos pasajes que sustentan la postura supralapsaria, y otros pasajes que favorecen la postura infralapsaria. En el «Consensus Genevensis», escrito por él, hay una afirmación explícita de la doctrina infralapsaria.... En la «Formula Consensus Helvetica», redactada como el testimonio de las iglesias suizas en 1675, y cuyos principales autores fueron Heidegger y Turretin, hay un repudio formal de la postura supralapsaria. En el Sínodo de Don, que incluyó a delegados de todas las iglesias Reformadas en el Continente y en la Gran Bretaña, una gran mayoría de sus miembros eran infralapsarios, siendo Gomarus y Vretius los principales proponentes de la postura opuesta. Los cánones de aquel Sínodo, aunque evitando toda declaración extrema, fueron redactados de tal manera que se diera una autoridad simbólica a la doctrina infralapsaria. ... La misma observación se aplica a la Asamblea de Westminster. Twiss, el Prolocutor de aquella venerable corporación, era un celoso supralapsario; pero la gran mayoría de sus miembros militaban en el campo opuesto. Los Símbolos de aquella Asamblea, aunque implican claramente la postura infralapsaria, fueron sin embargo redactados de tal manera que evitaran constituir una ofensa para los que abrazaban la teoría supralapsaria. En la «Confesión de Westminster»l se dice que Dios designó a los elegidos para vida eterna, y que «[en cuanto a] el resto de la humanidad, le plugo a Dios, conforme al inescrutable consejo de Su propia voluntad, mediante el que Él extiende o retiene la misericordia como quiere, para la gloria de su poder soberano sobre sus criaturas, pasarlos por alto, y destinarlos a deshonra e ira por sus pecados, para alabanza de Su gloriosa justicia.» Aquí se nos enseña que aquellos que Dios pasa por alto son «el resto de la humanidad»; no el resto de hombres ideales o posibles, sino el resto de aquellos seres humanos que constituyen la humanidad, o la raza humana. En segundo lugar, el pasaje citado enseña que los no elegidos son pasados por alto y ordenados a ira «por sus pecados». Esto implica que fueron contemplados como pecaminosos antes de esta predestinación a juicio. La postura infralapsaria sigue siendo más evidentemente supuesta en las respuestas a las preguntas 19 y 20 en el «Catecismo Breve». Se enseña en él que toda la humanidad perdió por la caída la comunión con Dios, y que están bajo su ira y maldición, y que Dios, por su mero beneplácito, escogió a algunos ,(a algunos de aquellos que estaban bajo su ira y maldición) para vida eterna. Esta ha sido la doctrina de la gran mayoría de los Agustinianos desde el tiempo de Agustín hasta el presente.

 

Objeciones al Supralapsarianismo.

Las objeciones más evidentes a la teoría supralapsaria son: 

(1) Que parece involucrar una contradicción. De un Non Ens, como dice Turrettin, no se puede determinar nada. El propósito de salvar o de condenar tiene que seguir de manera necesaria, en el orden del pensamiento, al propósito de crear. Lo último queda presupuesto en lo primero. 

(2) Es un principio Escrituralclaramente revelado que donde no hay pecado no hay condenación. Por ello, no puede haber predestinación a muerte que no contemple a su objeto como ya pecaminoso. 

(3) Parece llano en base de todo el argumento del Apóstol en Ro 9:9-21 que la «multitud» de la que algunos son escogidos y otros son dejados es la masa de hombres caídos. El designio del escritor sagrago es el de vindicar la soberanía de Dios en la dispensación de Su gracia. El tiene misericordia de unos y no de otros, en conformidad a Su beneplácito, por cuanto todos son igualmente indignos y culpables. La vindicación es expuesta no sólo por la relación de Dios con Sus criaturas como Creador de ellas, sino por Su relación con ellas como un soberano cuya ley ellas han violado. Esta descripción impregna todas las Escrituras. De los creyentes se afirma que son escogidos «del mundo», esto es: de la masa de los hombres caídos. Y en todas partes, como en Ro 1 :24, 26, 28, se declara la reprobación como judicial, basada en la pecaminosidad de sus objetos. De otra manera no podría ser una manifestación de la justicia de Dios. 

(4) La creación nunca es expuestá en la Biblia como un medio para la ejecución del propósito de la elección y de la reprobación. Esto, como se ha observado con justicia, no puede ser así. Los objetos de la elección son individuos concretos, como se admite en esta controversia. Pero lo único que distingue entre meros hombres posibles o «creables» e individuos concretos, que con certeza serían creados y salvados o perdidos, es el propósito divino de que serán creados. De manera que el propósito de crear necesariamente precede, en el orden de la naturaleza, al propósito de redimir. Por ello en Ro 8:29, 30 se declara que prognösis precede a proorismos. «A los que de antemano conoció, también los predestinó.» Pero el conocimiento anticipado implica la existencia cierta de sus objetos; y la certidumbre de la existencia presupone por parte de Dios el propósito de crear. Nada es o debe ser sino en virtud del decreto de Aquel que ordena previamente lo que ha de suceder. Toda futurización, por ello, depende de la previa ordenación; y el conocimiento anticipado presupone futurización. Tenemos por tanto la autoridad del Apóstol para decir que el conocimiento anticipado, basado en el propósito de crear, precede a la predestinación. Y, por tanto, la creación no es un media para ejecutar el propósito de la predestinación, porque el fin tiene que preceder a los medios; y, según Pablo, el propósito de crear precede al propósito de redimir, y por ello no puede ser un medio para tal fin. Nuestro Señor, se nos dice, fue entregado a la muerte «por el determinado designio y previo conocimiento de Dios». Pero Su muerte, de manera necesaria, suponía Su encarnación, y por ello, en el orden del pensamiento, o en el plan de Dios, el propósito de prepararle cuerpo precedió al propósito de entregarlo a la muerte de la cruz. El único pasaje de la Biblia que parece enseñar de manera explícita que la creación es un medio para la ejecución del propósito de la predestinación es Ef 3:9, 10. AlIí, según algunos, se dice que Dios creó todas las cosas afin de que (hina) su multiforme sabiduría fuera dada a conocer por medio de la Iglesia. Si ésta es Ia relación entre las varias cláusulas de estos versículos, el Apóstol sí enseña que el universo fue creado a fin de que por medio de hombres redimidos (la Iglesia) fuera revelada la gloria de Dios a todas las criaturas racionales. En este sentido y en este caso se declara de la creación que es un medio para la redención; y por ello el propósito de redimir tiene que preceder al propósito de crear. Sin embargo, no es ésta la conexión lógica de las cláusulas en este pasaje. Pablo no dice que Dios creó todas las cosas afin de que. No está refiriéndose al designio de la creación, sino al designio del evangelio y de su propia vocación al apostolado. A mí, dice él, me ha sido dada esta gracia de que yo predique entre los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo, e iluminar a todos los hombres en el conocimiento del misterio (de la redención) a fin de que por medio de la Iglesia sea dada a conocer la multiforme sabiduría de Dios. Ésta es la conexión natural de este pasaje, y ésta es la intetpretación adoptada por los modernos comentaristas, con independencia total de la relación que tenga el pasaje con la controversia supralapsaria. 

(5) Una adicional objeción al sistema supralapsario es que no es consecuente con la exhibición Escrituraria del carácter de Dios. Es declarado como Dios de misericordia y de justicia. Pero no es compatible con estos atributos divinos que los hombres sean predestinados a la desgracia y a la muerte eterna como inocentes, esto es, antes que hubieran apostatado de Dios. Si son dejados de lado y predestinados a la muerte por sus pecados, ello debe deberse a que en la predestinación se les considera como criaturas culpables y caídas.