5.3.1  La Realeza espiritual de Cristo

LA NATURALEZA DE SU CARÁCTER REAL

 

La realeza espiritual de Cristo es su gobierno real regnum gratiae, ejercitado sobre su pueblo, o la Iglesia. Es una realeza espiritual, porque se relaciona con un reino espiritual. Es el gobierno medianero tal como está establecido en los corazones y en las vidas de los creyentes. Además, es espiritual porque descansa en forma directa e inmediata sobre un fin espiritual, la salvación de su pueblo. Y, finalmente, también es espiritual porque está administrada no mediante la fuerza o los medios externos, sino mediante la Palabra y el Espíritu que es Espíritu de verdad y sabiduría, de justicia y de santidad, de gracia y de misericordia. Este carácter real se revela en la selección de su Iglesia y en su gobierno, protección y perfección. La Biblia habla de ella en muchos lugares, por ejemplo, Sal 2: 6; 45: 6, 7 (compárese Heb. 1: 8, 9); 132: 11; Isa. 9: 6, 7; Jer. 23: 5, 6; Miq. 5: 2; Zac. 6: 13; Luc. 1: 33; 19: 27, 38; 22: 29; Juan 18: 36, 37; Hech. 2: 30-36, y otros lugares. La naturaleza espiritual de esta realeza está indicada por el hecho de que Cristo repetidamente se llama Cabeza de la Iglesia, entre otros pasajes en Ef. 1: 22; 4: 15; 5: 23; Col. 1: 18; 2 : 19.

 

Este término, tal como se aplica a Cristo, prácticamente equivale en algunos casos a "Rey" (Cabeza en un sentido figurado, uno que está revestido de autoridad), como en I Cor. 11 : 3 ; Ef. 1 : 22 ; 5 : 23 ; no obstante, en otros casos se usa en un sentido literal y orgánico, Ef. 4 : 15; Col. 1 : 18 ; 2 : 19, y también en la parte final de Ef. 1 : 22. La palabra nunca se usa (con la única posible excepción de I Cor. 11: 3) sin la implicación de este concepto orgánico. Las dos ideas están muy íntimamente relacionadas. Debido a que Cristo es la Cabeza de la Iglesia es por lo que puede gobernar como Rey de una manera orgánica y espiritual. La relación entre las dos ideas puede indicarse de la manera siguiente:

 

(1) La jefatura de Cristo como Cabeza señala hacia la unión mística existente entre Cristo, y su cuerpo, la Iglesia, y pertenece por tanto a la esfera del ser. No obstante, su realeza implica que está vestido de autoridad, y corresponde a la esfera judicial.

 

(2) La jefatura de Cristo está sometida a su realeza. El espíritu que Cristo, como Cabeza de la Iglesia le imparte a ésta es también el medio por el cual El ejercita su poder real en y sobre la Iglesia. Los pre milenaristas de la actualidad insisten firmemente en que Cristo es la Cabeza de la Iglesia, pero como regla niegan que El sea el rey. Esto es tanto como decir que no tiene autoridad como gobernante de la Iglesia, y que los oficiales de la Iglesia no lo representan en el gobierno de ella. Tales personas no solamente rehúsan admitirle como Rey de la Iglesia, sino que niegan del todo su presente carácter real, excepto, quizá, como realeza de jure, una realeza que es suya por derecho pero que no se ha convertido en efectiva. Al mismo tiempo la práctica de los pre milenaristas resulta mejor que su teoría porque en la vida práctica, aunque resulta inconsistente, reconocen la autoridad de Jesucristo.

 

1. Está fundada en la obra de redención. El regnum gratiae no se originó en la obra creativa de Dios sino, como el mismo nombre lo indica, en su gracia redentora. Ninguno es ciudadano de este reino en virtud de su humanidad. Solamente los redimidos tienen este honor y privilegio. Cristo pagó el rescate por todos los que son suyos y mediante su espíritu les aplica los méritos de su sacrificio perfecto. En consecuencia ellos, actualmente, le pertenecen y lo reconocen como su Señor y Rey.

 

2. Es un reino espiritual. En la dispensación del Antiguo Testamento este Reino quedó delineado en el reino teocrático de Israel. Aun en la antigua dispensación la realidad de su reino se fundó únicamente en la vida íntima de los creyentes. El reino nacional de Israel, en el que Dios era rey, Legislador y Juez, y en el que el rey terrenal sólo era el vice regente de Jehová designado para representar, al Rey, para ejecutar su voluntad, y para cumplir sus juicios era sólo el símbolo, la sombra y el tipo de aquella gloriosa realidad, especialmente, según estaba destinada para presentarse en los días del Nuevo Testamento. Con la llegada de la nueva dispensación todas las sombras del Antiguo Testamento pasaron, y entre ellas también el reino teocrático. Del seno de Israel brotó la realidad espiritual del reino y tomó una existencia del todo independiente de la teocracia del Antiguo Testamento. De aquí que el carácter espiritual del reino aparezca con mucha mayor claridad en el Nuevo  Testamento que en el Antiguo. El regnum gratiae de Cristo es idéntico con lo que el Nuevo Testamento llama el Reino de Dios o de los cielos. Cristo es su Rey medianero. Los premilenaristas equivocadamente enseñan que los términos "reino de Dios" y "reino de los cielos", tal como se usan en los Evangelios, se refieren a dos realidades distintas, es decir, al reino universal de Dios y al futuro Reino medianero de Cristo. Es perfectamente claro, tal como algunos de sus propios dirigentes se sienten constreñidos a admitirlo, que los dos términos se usan indistintamente en los Evangelios. Esto aparece del hecho de que aunque Mateo y Lucas a menudo nos transmiten las mismas declaraciones de Jesús, el primero lo representa usando el término "reino de los cielos, y el último lo sustituye con el término "reino de Dios", compárese Mat. 13 con Marc. 4; Luc. 8: 1-10, y muchos otros pasajes. La naturaleza espiritual del reino se revela de varias maneras. Negativamente está indicado con claridad que el reino no es un imperio externo y natural de los judíos, Mat. 8: 11, 12; 21: 43; Luc. 17: 21; Juan 18: 36. Positivamente, se nos enseña que a Él se puede entrar solamente por regeneración, Juan 3: 3, 5; que el reino es como una semilla arrojada en la tierra, Marc. 4: 26-29; como una semilla de mostaza, Marc. 4: 30, y como levadura, Mat. 13: 33. Está en los corazones del pueblo, Luc. 7: 21, es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo", Rom. 14: 17, y no es de este mundo, sino un reino de la verdad, Juan 18: 36, 37. Los ciudadanos del reino se describen como pobres en espíritu, mansos, misericordiosos, pacificadores, limpios de corazón, y hambrientos y sedientos de justicia. La naturaleza espiritual del reino debe acentuarse en contra de todos aquellos que niegan la realidad presente del reino medianero de Dios y sostienen que tomará la forma de una tendencia restablecida cuando  Jesucristo vuelva. En relación con la tendencia actual de considerar al reino de Dios simple-mente una nueva condición social, un reino ético de finalidades que tienen que establecerse mediante esfuerzos humanos, por ejemplo la educación, los edictos legales y las reformas sociales, es bueno recordar que el término "Reino de Dios" no se usa siempre en el mismo sentido. Fundamentalmente, el término denota una idea abstracta más bien que concreta, es decir, el Reino de Dios establecido y reconocido en los corazones de los pecadores. Si esto se entiende claramente, aparecerá una vez más la futilidad de todos los esfuerzos humanos y de todo lo que es meramente externo. Por medio de ningunos meros esfuerzos humanos podrá establecerse el gobierno de Dios en el corazón de un solo hombre ni podrá ser traído cualquiera al reconocimiento de ese gobierno. En la medida en que Dios establece su reino en los corazones de los pecadores crea para sí mismo un reino en el que El gobierna y en el que El dispensa los más grandes privilegios y las más escogidas bendiciones. Y, una vez más, en la proporción en la que el hombre responde al gobierno de Dios y obedece las leves del reino se produce, naturalmente, una nueva condición de cosas. De hecho, si todos los que son ciudadanos del Reino obedecieran verdadera-mente, sus leyes en todos los dominios de la vida, el mundo sería tan diferente que difícilmente podría reconocerse. En vista de todo lo que hasta aquí hemos dicho, no causa sorpresa que el término "reino de Dios" se use en varios sentidos en la Biblia, como por ejemplo, para denotar la realeza de Dios o del Mesías, Mat. 6: 10; el reino sobre el que este gobierno se extiende y la condición de cosas a las que da surgimiento, Mat. 7 : 21 ; 19 : 23, 24 ; 8 : 12 ; la totalidad de las bendiciones y privilegios que fluyen del reino de Dios o del Mesías, Mat. 13 : 44, 45 ; y la condición de cosas que marcan la culminación triunfante del reino de Dios en Cristo,            Mat. 22: 2-14; Luc. 14: 16-24; 13: 29.

 

3. Es un reino tanto presente como futuro. Por una parte es un reino presente, siempre en desarrollo, una realidad espiritual en los corazones y las vidas de los hombres, y como tal ejerce influencia en una esfera que cada vez se hace más amplia. Jesús y los apóstoles se refieren claramente al reino como ya presente en el tiempo de ellos, Mat. 12: 28; Luc. 17: 21; Col. 1: 13. Esto debe sostenerse en contra de la gran mayoría de los actuales premilenaristas. Al contrario, es también una esperanza futura, una realidad escatológica; de hecho, el aspecto escatológico del reino es el más prominente de los dos,        Mat. 7: 21, 22; 19: 23; 22: 2-14; 25: 1-13, 34; Luc. 22 : 29, 30 ; I Cor. 6 : 9; 15 : 50 ; Gal 5 : 21; Ef. 5 : 5 ; I Tes. 2 : 12 ;      II Tim. 4 : 18 ;     Heb. 12 : 28 ;  II Ped. 1: 11. Esencialmente el reino futuro consistirá, como el presente, en el' gobierno de Dios establecido y reconocido en los corazones de los hombres ; pero en la venida gloriosa de Jesucristo este establecimiento y reconocimiento, será perfecto, las fuerzas escondidas del reino quedarán reveladas, y el gobierno espiritual de Cristo encontrará su consumación en un reino visible y lleno de majestad. No obstante, es un error aceptar que el reino presente se irá desarrollando casi imperceptiblemente hasta convertirse en el reino del futuro. La Biblia nos enseña con claridad que el reino futuro será introducido mediante grandes cambios catastróficos, Mat. 24: 21-44; Luc. 17: 22-37; 21: 5-33; I Tes. 5: 2, 3; II Ped. 3: 10-12.

 

4. Está estrechamente relacionado con la Iglesia, aunque no es totalmente idéntico con ella. La ciudadanía del Reino es coextendida con el carácter de miembro en la Iglesia indivisible. No obstante, su campo de operación, es más amplio que el de la Iglesia, puesto que aspira al control de la vida en todas sus manifestaciones. La Iglesia visible es la más importante, y la única organización externa del Reino instituido divinamente. Al mismo tiempo es por excelencia también el medio dado por Dios para la extensión de su reino en la tierra. Es bueno notar que el término "reino de Dios" se emplea algunas veces en un sentido que lo hace en la práctica equivalente a la Iglesia visible, Mat. 8: 12; 13: 24-30; 47-50. Aunque la Iglesia y el reino deben distinguirse, la distinción no debe buscarse siguiendo las líneas indicadas por el pre milenarismo, que considera al reino como esencialmente Reino de Israel, y a la Iglesia como el cuerpo de Cristo, seleccionado en la presente dispensación de entre los judíos y los gentiles. Israel fue la iglesia del Antiguo Testamento y en su esencia espiritual constituye una unidad con la Iglesia del Nuevo Testamento, Hech. 7: 38; Rom. 11: 11-24; Gal 3: 7-9, 29; Ef. 2: 11-22.