5.1.2 Prueba Bíblica del Oficio Profético de Cristo
La Escritura testifica, en más de un modo, al oficio profético de Cristo. Se predijo como profeta en Deut. 18: 15, un pasaje que se aplica a Cristo en Hech. 3: 22, 23. El habla de sí mismo como de un profeta en Luc. 13: 33. Además, declara traer un mensaje del Padre, Juan 8: 26-28; 12: 49, 50; 14: 10, 24; 15: 15, 17: 8, 20, predice cosas futuras, Mat. 24: 3-35; Luc. 19: 41-44, y habla con singular autoridad, Mat. 7: 29. Sus obras poderosas sirvieron para probar la autenticidad de su mensaje. En vista de todo esto no es extraño que el pueblo lo reconociera como profeta, Mat. 21: 11, 46; Luc. 7 : 16; 24: 19 ; Juan 3 : 2 ; 4: 19; 6: 14; 7: 40; 9 : 17.
EL ÉNFASIS MODERNO SOBRE EL OFICIO PROFÉTICO DE CRISTO
Es una de las principales características de la escuela ancha tanto la antigua representada por Renan, Strauss y Keim, y de la más reciente representada por personas como Pfleiderer, Weinel, Wernle, Wrede, Juelicher, Harnack, Bouset y otros, que coloca el énfasis principal sobre Jesús como maestro. Su importancia como tal se acentúa excluyendo los otros aspectos de su persona y obra. No obstante, hay una muy marcada diferencia entre estas dos líneas de la escuela ancha. Según la antigua toda la importancia de Jesús se deriva de sus enseñanzas, pero según la más reciente es la personalidad única de Jesús la que le presta peso a sus enseñanzas. Este es sin duda un avance afortunado, pero la ganancia no es tan grande como parece serlo. En las palabras de La Touche diremos : "En realidad, al reconocer la escuela ancha la importancia verdadera de la personalidad de Jesús más bien que de su enseñanza, intenta un poco más que una exaltación de la pedagogía por el ejemplo sobre la pedagogía por el precepto". Cristo es, después de todo, únicamente un gran maestro. El modernismo actual está por completo bajo la preponderancia de esta escuela ancha. Aun en la misma teología bartiana hay un énfasis que parece acercarla mucho en línea con la teología moderna. Walter Lowrie dice correctamente: "Es característico de la teología bartiana que con preferencia piense del Mediador como Revelador". Se nos dice repetidas veces por medio de Barth y Brunner que la revelación es la reconciliación. Luego, de nuevo, la reconciliación se representa como la revelación. En el reciente Symposium sobre Revelación, Barth dice: "Jesucristo es la revelación, porque en su existencia El es la reconciliación. . . . La existencia de Jesucristo es la reconciliación y, por tanto, El es el puente sobre el golfo que se ha abierto aquí". La cruz se define a veces como la revelación de la absoluta contradicción, el conflicto final entre este mundo y el otro. Consecuentemente, Zerbe dice que la muerte de Cristo, según Barth, no es en forma exacta una expiación de la segunda persona de la divinidad por el pecado del mundo, sino "un mensaje de Dios para el hombre, en realidad, el último mensaje; la negación fundamental; el juicio sobre toda posibilidad humana, especial-mente la religión".
Pero aunque es cierto que en la teología bartiana el Mediador es primero que todo el Revelador, esto no quiere decir que deje de hacer justicia al sacrificio y obra expiatoria de Cristo. Sídney Cabe hasta dice en su obra The Doctrine of the Work of Christ: "Para Barth la cruz es central en el mensaje cristiano. 'Todo brilla a la luz de la muerte de Cristo y todo está iluminado por ella'.