El Infralapsarianismo
Según la doctrina infralapsaria, Dios, con el designio de revelar Su propia gloria, esto es, las perfecciones de Su propia naturaleza, decidió crear el mundo; en segundo lugar, permitir la Caída del hombre; en tercero, elegir de entre la masa de hombres caídos una multitud que ningún hombre podría contar como «vasos de misericordia»; cuarto, enviar a Su Hijo para la redención de los mismos; y quinto, dejar al resto de la humanidad, como había dejado a los ángeles caídos, para que sufrieran el justo castigo por sus pecados. Los argumentos en favor de este punto de vista acerca del plan divino ya han sido presentados en forma de objeciones a la teoría supralapsaria. Sin embargo, se puede también observar adicionalmente: 1. Que esta teoría es coherente y armónica. Por cuanto todos los decretos de Dios constituyen un propósito inclusivo, no se puede admitir ninguna postura de la relación de los detalles que abarca este propósito que no se puedan reducir a una unidad. En todo gran mecanismo, sea cual sea la cantidad o complejidad de las partes que lo constituyen, tiene que existir unidad de designio. Cada parte tiene una relación determinada con cada otra parte, y es necesaria la percepción de esta relación para una comprensión adecuada del todo. Asimismo; como los decretos de Dios son eternos e inrnutables, ninguna postura acerca de Su plan de acción que suponga que primero Él se propone una cosa y luego otra puede ser coherente con la naturaleza de los mismos. Y como Dios es absolutamente soberano e independiente, todos Sus propósitos han de ser determinados desde dentro, o conforme al consejo de Su misma voluntad. No se puede suponer que sean contingentes o suspendidos en base de la acción de Sus criaturas, ni en base de nada externo a El mismo. El esquema infralapsario, tal como lo mantienen la mayoría de Agustinianos, cumple todas estas condiciones. Todos los particulares constituyen un todo inclusivo. Todos siguen un orden que no supone cambio alguno de propósito. Todos dependen de la voluntad infinitamente sabia, santa y justa de Dios. Es para este fin que Él crea el mundo, que permite la Caída; de entre todos los hombres Él elige a algunos para vida eterna, y deja al esto para la justa retribución que merecen sus pecados. A los que Él elige los llama, justifica y glorifica. Ésta es la cadena de oro cuyos eslabones no pueden ser separados ni traspuestos. Esta es la forma en que el esquema de la redención aparecia en la mente del Apóstol tal como nos lo enseña en Ro 8:29, 30.
Diferentes significados que se asignan a la palabra predestinación
La palabra predestinación es ambigua. Se puede emplear primero en el sentido general de preordenación. En este sentido tiene una idéntica referencia a todos los acontecimientos; porque Dios ordena anticipadamente todo lo que sucede. Segundo, puede referirse al propósito general de la redención sin referencia específica a individuos concretos. Dios predeterminó revelar Sus atributos en la redención de los pecadores, como predeterminó crearlos cielos y la tierra para manifestar Su poder, sabiduría y benevolencia. En tercer lugar, se emplea en teología de manera general para expresar el propósito de Dios en relación con la salvación de las personas individuales. Incluye la selección de una porción de la raza para salvación, dejando al resto a que mueran en sus pecados. Es empleada en este sentido por los supralapsarios, que enseñan que Dios seleccionó a un cierto número de personas individuales para que fueran creadas para salvación, y otro número para ser creadas como vasos de ira. Es de esta manera que subordinan la creación a la predestinación como un medio para un fin. Es a esto que los infralapsarios objetan como algo inconcebible, repugnante a la naturaleza de Dios, y antiescriturario. Pero si se toma la palabra predestinación en el segundo de los sentidos que se menciona arriba, se puede admitir que en orden de pensamiento precede el propósito de crear. Esta postura es perfectamente consecuente con la doctrina que hace del hombre creado y caído el objeto de la predestinación en el tercer y comunmente recibido sentido de la palabra. El Apóstol enseña en Col 1: 16 que todas las cosas, visibles e invisibles, fueron creadas por y para Aquel que es la imagen del Dios invisible, que es antes de todas Ias cosas, por quien todas las cosas consisten, y que es la cabeza del cuerpo, la Iglesia. El propósito de la creación, así, no es meramente la gloria de Dios, sino la manifestación de esta gloria en la persona y la obra de Cristo. Así como Él es el Alfa, también es la Omega; el principio y el fin. Teniendo este gran objetivo a la vista, la revelación de Sí mismo en la persona de Su Hijo, se propuso crear, permitir la Caída, elegir algunos para que fueran objetos de Su gracia, y dejar a otros en su pecado. Esta postura parece concordar con las descripciones de las Escrituras, y evita las dificultades relacionadas con la doctrina supralapsaria estricta. Se debe tener presente que el propósito de estas especulaciones no es inmiscuirse en el funcionamiento de la mente divina, sino simplemente dilucidar y exponer la relación que tienen entre sí las varias verdades reveladas en la Escritura acerca del plan de la redención.