3.3 LOS EFECTOS DE LA UNIÓN DE LAS DOS NATURALEZAS EN UNA PERSONA
NO HAY NINGÚN CAMBIO ESENCIAL EN LA NATURALEZA DIVINA
La doctrina de la creación y la doctrina de la encarnación constituyen siempre un problema en relación con la inmutabilidad de Dios. Esto ya lo señalamos al discutir aquel atributo. Cualquiera que sea la manera de resolver este problema, debe sostenerse que en la encarnación la naturaleza divina no se sujeta a ningún cambio esencial. Esto significa que permanece impasible, es decir, incapaz de sufrir y morir, libre de la ignorancia y fuera del alcance de la debilidad y de la tentación. Es bueno acentuar el hecho de que la encarnación fue un acto personal. Es mejor decir que la persona del Hijo de Dios se encarnó, que decir que la naturaleza divina se apropió la carne humana. Si los teólogos Reformados hablan a veces de la naturaleza divina como encarnada, lo hacen con el sentido de "no inmediatamente sino mediatamente", para usar el lenguaje de la teología escolástica; consideran esta naturaleza no absolutamente, y en sí misma, sino en la persona del Hijo de Dios. El resultado de la encarnación fue que el Salvador divino pudiera ser ignorante y débil, tentado, y sufrir y morir, no en su naturaleza divina, sino derivativamente, por estar en posesión de una naturaleza humana.
DE LA ENCARNACIÓN RESULTO UNA TRIPLE COMUNICACIÓN
1. A communicatio idiomatum, o una comunicación de propiedades. Esto quiere decir que las propiedades de las dos naturalezas, la humana y la divina, son de la persona y por tanto se atribuyen a la persona. La persona puede considerarse todopoderosa, omnisciente, omnipresente, etc., pero también puede llamarse, un hombre de dolores, de limitado conocimiento y poder, y sujeto a las necesidades y a las miserias humanas. Debemos tener cuidado de no entender el término como que indica que alguna cosa peculiar a la naturaleza divina fue comunicada a la naturaleza humana, o viceversa; o de que hay una interpenetración de las dos naturalezas como resultado de lo cual la divinase humaniza, y la humana se deifica (Roma). La deidad no puede participar de la debilidad humana; ni el hombre puede participar de ninguna de las perfecciones esenciales de la divinidad.
2. A communicatio apotelesmatum, o, operationum. Esto significa que la obra redentora de Cristo, y particularmente el resultado final de ella, la apotelesma tiene un carácter divino humano. Analizando esto podemos decir que significa:
a. Que la causa eficiente de la obra redentora de Cristo es ese sujeto personal uno e indivisible en Cristo
b. Que ésta se produce mediante la cooperación de las dos naturalezas
c. Que cada una de estas naturalezas obra con su propia y especial enérgia.
d. Que a pesar de todo esto el resultado forma una unidad indivisible porque es la obra de una sola persona.
3. A communicatio charismatum, o, gratiarum. Esto significa que la naturaleza humana de Cristo desde el primer momento de su existencia estuvo adornada con toda clase de dones ricos y gloriosos, por ejemplo:
a. La gratia unionis cum persona tou logou, es decir, la gracia y la gloria de estar unida al divino Logos, llamada también la gratia eminentiae, por lo cual la naturaleza humana se eleva por arriba de todas las criaturas, y hasta se convierte en objeto de la adoración.
b. La gratia habitualis, que consiste de aquellos dones del Espíritu particularmente los del intelecto, de la voluntad y el poder, mediante los cuales la naturaleza humana de Cristo fue exaltada muy por arriba de todas las criaturas inteligentes. Su impecabilidad, el non posse pecare, debiera mencionarse aquí de manera especial.
EL DIOS-HOMBRE ES EL OBJETO DE LA ORACIÓN
Otro efecto de la unión es que el Mediador, tal como existe hoy, es decir, en dos naturalezas, es el objeto de nuestra oración. Debe tenerse presente que el honor adorationis no pertenece a la naturaleza humana como tal, sino que le pertenece únicamente en virtud de su unión con el Logos divino, quien en su verdadera naturaleza es adorabilis. Debemos distinguir entre el objeto y la base de esta adoración. El objeto de nuestra adoración religiosa es el Dios-hombre, Jesucristo, pero la base sobre la que lo adoramos está en la persona del Logos.