Plan de Salvación

 

Bajo el encabezamiento de Soteriología se incluyen el propósito y plan de Dios en relación con la salvación de los hombres; la persona y la obra del Redentor; y la aplicación de esta obra por el Espíritu Santo para la salvación real del pueblo de Dios.

 

EL PLAN DE LA SALVACIÓN

Dios tiene este plan.

Las  Escrituras hablan de una Economía de Redención; el plan o propósito de Dios en relación con la salvación de los hombres. Lo llaman, en referencia con su plena revelación en la época del advenimiento, la oikonomia tou plëröomatos tön kairön, «La economía de la plenitud de los tiempos». Se declara que es el plan de Dios en relación con Su acción de reunir en un solo cuerpo armónico a todos los objetos de la redención, sea en el cielo o en la tierra, en Cristo (Ef 1: 10). También recibe el nombre de oikonomia tou mustërion, el misterioso propósito o plan que había sido escondido durante las edades en Dios, y cuya revelación fue el gran designio del Evangelio, y que tenía como intención dar a conocer a los principados y a las potestades, por medio de la Iglesia, la multiforme sabiduría de Dios (Ef 3:9). Un plan presupone: (1) La selección de algún fin u objeto concreto a llevar a cabo. (2) La elección de los medios apropiados. (3) Al menos en el caso de Dios, la aplicación efectiva de estos medios para alcánzar el fin propuesto.

 

Por cuanto Dios está obrando,en, base de un plan concreto en el mundo externo, es justo inferir que lo mismo sucede con referencia al mundo moral y espiritual. Para la mirada de un hombre sin instrucción, los cielos son un caos de estrellas. El astrónomo ve orden y sistema en esta confusión; todas aquellas resplandecientes y distantes lumbreras tienen sus lugares designados y órbitas fijadas; están todos ellos dispuestos de modo que ninguna interfiere con la otra, sino que cada una va dirigida conforme a una concepción amplia y majestuosa. Las innumerables formas de vida vegetal no son una masa en confusión, sino que para la mirada de la ciencia se disponen en una regularidad de clases, órdenes, géneros y especies, exhibiendo una unidad de diseño que impregna el todo. El zoólogo ve en los cientos de miles de animales que moran en nuestro globo cuatro y sólo cuatro formas típicas primordiales, de las que todas las otras son su desarrollo en un orden ascendente, nunca pasando el uno al otro, sino todos ellos presentando un gran· sistema inclusivo desarrollado en todos sus detalles. A la cabeza de estas innumerables formas devida animal se levanta el hombre, dotado de capacidades que le elevan por encima de la clase de meros animales, llevándole a la comunión con los ángeles y con el mismo Dios. Por cuanto en estos departamentos inferiores de Sus obras Dios actúa en base de un plan preconcebido, no se debe suponer que en las esferas más elevadas de Sus operaciones, que tocan al destino del hombre, todo sea dejado al acaso, permitiéndose que tome su curso no dirigido para llegar a un fin indeterminado. En conformidad con ello encontramos que la Escritura afirma de manera expresa en referencia a las dispensaciones de la gracia no sólo que Dios ve el fin desde el principio, sino que Él obra todas las cosas según el consejo de Su voluntad, o, en base de su propósito eterno.

 

La importancia del conocimiento de este Plan

 

Si existe tal plan tocante a la redención del hombre, es evidentemente de la mayor importancia que sea conocido y comprendido correctamente. Si al contemplar una complicada máquina desconocemos el fin para el que ha sido diseñada, o la relación de sus distintas partes, seremos incapaces de comprenderla o de aplicarla con utilidad. De manera semejante, si ignoramos el gran fin a que se dirige el plan de la redención, o las relaciones de las diferentes partes del plan, o si tenemos una falsa concepción del fin y de aquella relación, todas nuestras ideas serán confusas y erróneas. Seremos incapaces bien de exhibirlo a otros o de aplicámoslo a nosotros mismos. Si el fin de la redención así como el de la creación y de la providencia es la producción de la mayor cantidad de felicidad, entonces el cristianismo será una cosa; si su fin es la gloria de Dios, entonces el cristianismo será otra cosa. Todo el carácter de nuestra teología y religión depende de la respuesta a esta pregunta. De manera semejante, si el designio especial e inmediato de la redención es asegurar la salvación del pueblo de Dios, entonces sigue todo el sistema Agustiniano por una necesidad lógica; si su designio es simplemente hacer posible la salvación de todos los hombres, se deberá recibir el sistema opuesto como verdadero. El orden de los decretos divinos o, en otras palabras, la relación que sostienen mutuamente las varias partes del plan divino, está entonces muy lejos de ser una cuestión de especulaciones ociosas. Tiene que determinar nuestra teologia, y nuestra teología es determinante de nuestra religión.

 

Cómo se puede conocer el plan de Dios

 

Si hay un esquema así preconcebido relacionado con la salvación de los hombres, y si es por ello importante la apropiada comprensión de este esquema, la siguiente pregunta es: ¿cómo puede determinarse? La primera respuesta a esta pregunta es que en cada sistema de hechos mutuamente relacionados, la relación se revela en la naturaleza de los hechos. El astrónomo, el geólogo y el zoólogo pronto descubren que los hechos de sus varias ciencias sostienen una cierta relación entre si, y que no admiten otra distinta. Si no se admite la relación, se niegan o distorsionan los hechos mismos. La única fuente de error está bien en una inducción incompleta de los hechos, bien en dejar de permitirles su debida importancia relativa. Un sistema de astronomía ha dejado el paso a otro, sólo porque los anteriores astrónomos no estaban familiarizados con unos hechos que descubrieron sus sucesores. Esta ciencia ha llegado por fin a un estado que demanda el asentimiento de todas las mentes competentes, y que no puede a partir de ahora ser modificada de manera radical. Lo mismo, hasta cierto punto, es cierto en todos los departamentos de las ciencias naturales. Y no puede ser menos cierto en teologia. Lo que son los hechos de la naturaleza para el naturalista lo son los hechos de la Biblia y de nuestra consciencia moral y religiosa para el teólogo. Si, por ejemplo, la Biblia y la experiencia enseñan la total incapacidad de los hombres caídos para nada espiritualmente bueno, este hecho rehúsa de manera tenaz armonizar con cualquier sistema que niegue la gracia eficaz o la elección soberana. Y así sucede con todos los grandes hechos escriturarios. Se disponen a sí mismos en un cierto orden mediante una ley interna, con la misma certidumbre y de manera tan clara como las partículas de materia en el proceso de la cristalización, o en la unidad orgánica del cuerpo de un animal. Es cierto aquí como en la ciencia natural que es sólo mediante una inducción imperfecta de los hechos, o mediante su negación o perversión, que se puede dudar o que pueda haber diversidad de opiniones acerca de su posición relativa en el esquema de la salvación. Pero además tenemos en teología una guía que el hombre de ciencia no posee. Tenemos en las Escrituras no sólo la revelación del magno designio de Dios en todas Sus obras de creación, de providencia y de redención, que es declarado como Su propia gloria, sino que tenemos declarada de manera expresa, en muchos casos, la relación que tiene cada parte de este esquema con otras partes. Así, por ejemplo, se dice que Cristo murió para salvar a Su pueblo de sus pecados. Somos escogidos para santidad. Por ello, la elección precede a la santificación. Somos escogidos para ser santificados, y no porque seamos santos. Estas revelaciones acerca de la relación de las partes subordinadas del esquema de la redención determinan de manera necesaria la naturaleza del plan íntegro. Esto quedará claro por lo que sigue. Así como las personas difieren en su entendimiento de los hechos de la Escritura, y así como algunos son más cuidadosos que otros para reunir todos los hechos que deben ser considerados, o más fieles en someterse a la autoridad de los mismos, así difieren en sus perspectivas del plan que Dios ha dispuesto para la salvación de los hombres. Las posiciones más importantes que se han adoptado acerca de esta cuestión son las tratadas en los siguientes dos temas de este estudio, el Supralapsarianismo y el infralapsarianismo.