2.2 La Humanidad de Cristo
Hubo un tiempo cuando la realidad (gnosticismo) y la integridad natural (docetismo, apolinarismo) de la naturaleza humana de Cristo fueron negadas, pero actualmente nadie objeta en serio la verdadera humanidad de Jesucristo. De hecho, hay en nuestro día un énfasis extremo sobre su verdadera humanidad, un siempre creciente humanitarismo. La única divinidad que muchos atribuyen todavía a Cristo. Es nada más la de su perfecta humanidad. Sin duda alguna, esta tendencia moderna es en parte una protesta en contra del énfasis unilateral sobre la deidad de Cristo. Los hombres algunas veces han olvidado al Cristo humano en su reverencia por el divino. Es muy importante sostener la realidad e integridad de la humanidad de Jesús admitiendo su desarrollo humano y sus limitaciones humanas. El esplendor de su deidad no debe acentuarse tanto que se oscurezca su verdadera humanidad. Jesús se llamó hombre, y así le llamaron otros, Juan 8: 40; Hech. 2: 22; Rom. 5: 15; I Cor. 15: 21. El nombre con que más comúnmente se designa el mismo Jesús, "el Hijo del Hombre", indique lo que indique, en verdad señala la verdadera humanidad de Jesús. Además, se dice que el Señor vino o que fue manifestado en la carne, Juan 1: 14; I Tim. 3: 16; I Juan 4: 2. En estos pasajes el término "carne" denota naturaleza humana. La Biblia indica claramente que Jesús poseyó los elementos esenciales de la naturaleza
humana, es decir, un cuerpo material y una alma racional, Mat. 26: 26, 28, 38; Luc. 23: 46; 24: 39; Juan 11: 33; Heb. 2: 14. Hay también pasajes que demuestran que Jesús estaba sujeto a las leyes ordinarias del desarrollo humano, y a las necesidades y a los sufrimientos humanos, Luc. 2: 40, 52; Heb. 2: 10, 18; 5: 8. Se deduce hasta el detalle que las experiencias normales de la vida del hombre fueron suyas, Mat. 4: 2; 8: 24; 9: 36; Marc. 3: 5; Luc. 22: 44; Juan 4: 6; 11: 35; 12: 27; 19: 28, 30; Heb. 5: 7.